El Colegio Norbridge y sus métodos revolucionarios

Prensa

Lo más simple, para entenderlo, es cuando uno lo ve a Messi agarrar la pelota y encarar para el área; o cuando se recorren las líneas escritas por un Borges o un Cortázar; o si te cuentan lo que consiguió Einstein con su teoría de la relatividad especial, mientras era un empleado de la Oficina de Patentes de Berna. ¿Cómo lo hicieron? Barriletes cósmicos, ¡¡¿de qué planeta vinieron?!!

Messi, Borges, Cortázar, Einstein: cada uno se destacó en lo suyo, pero todos tienen una característica en común: sus altas capacidades para el aprendizaje. Sin llegar a casos tan extremos, hoy hay miles de alumnos argentinos que también tienen capacidades especiales. A estos chicos se los puede identificar a simple vista, cuando se advierte la amplitud del vocabulario que usan, cómo entienden rápido los conceptos más abstractos, el tipo de preguntas que hacen, cómo resuelven los problemas. 

 

 

Pero resulta que muchas veces somos complicados, y lo que en principio es una virtud se convierte para estos chicos en una «pesada herencia». Lo más usual es verlos incómodos dentro de sus clases; terminan las tareas antes que el resto y entonces se inquietan; muchos de ellos empiezan a “hacer lío”. Y entonces pasan por alumnos “con problemas de conducta”, cuando no sufren bullying por parte de compañeros que no los entienden.

¿Y qué hace la escuela ante estos casos? En líneas generales, nada. Preocupado por los múltiples inconvenientes del día a día, el sistema educativo suele enfocar sus mayores esfuerzos en la otra punta de las capacidades infantiles: aquellos chicos que van más lento, que tienen problemas de aprendizaje, que les cuesta. Para ellos, hay una batería de posibles respuestas ya diseñadas, desde gabinetes psicopedagógicos, hasta clases de refuerzo y una atención especializada por parte de los docentes. ¿Y para los chicos que aprenden más rápido? 

Empecemos por entender que estos chicos con altas capacidades, a los que los especialistas denominan -en su jerga- “superdotados”, “talentosos” o “precoces”, en realidad son muchos más -en cantidad- de lo que uno cree. No existe registro estadístico oficial, pero entre los expertos hay consenso en que rondan entre el 12 y el 15%. Es decir, que son más de uno de cada diez. O casi tres por aula.

 

 

El problema que tiene la escuela con los “chicos genios” ganó los titulares de los diarios hace dos meses, cuando se conoció un fallo inédito de la Justicia entrerriana que le dio por aprobado el secundario a una adolescente de 15 años con altas capacidades que no había cursado los contenidos en la escuela tradicional en forma presencial, sino a través de una opción a distancia que cumplía con la currícula establecida. 

Es que para este 15% de los chicos casi no existe una respuesta de acción pedagógica diseñada desde el sistema educativo. Si bien la Ley de Educación Nacional -de 2006- sí los tuvo en cuenta, y en un artículo -el 93- expresa claramente que las autoridades educativas deben “facilitar la identificación, evaluación temprana, seguimiento y orientación” para los chicos talentosos, en la práctica hoy en el país sólo hay cinco escuelas -privadas- preparadas para su integración, que están en Capital, Pilar, Mendoza, Salta y Jujuy.

Clarín visitó uno de estos colegios, el Norbridge. El que está en Capital. A simple vista no se diferencia de otro colegio privado porque, claro, la que cambia está en el enfoque pedagógico. Lo más importante es que la escuela se adapta a las necesidades de los alumnos y cada uno de ellos puede ir armando su propio recorrido educativo, salteando los grados y los años de cursada como en el juego de la oca. 

 

 

Entre las principales herramientas pedagógicas están la «planificación diferenciada» (para las habilidades y capacidades de cada alumno), la «compactación curricular» (trabajar al máximo con aquello para lo cual el alumno tiene altas capacidades) y el trabajo por temas de interés (actividades que agrupan a chicos de diferentes años de estudio y edades).

«Las clases nunca son repetitivas y sin sentido»

Clarín se encuentra al profesor de historia Alejo Zanger (34) en un pasillo mientras se dirige a dar clase en cuarto grado. Explica cómo trabajan en las aulas. “Tomamos en cuenta diversas herramientas pensadas por Daniel Ricart, como las inteligencias múltiples, el creativismo cognitivo, distintas formas de abordar las tares que hacen los chicos, que nunca son repetitivas, sin sentido. Esto genera un ambiente más lúdico y al mismo tiempo valora las particularidades de cada chico. Pero otro aspecto que se destaca son las tutorías. Hay mucha atención desde el equipo pedagógico y los docentes al aspecto humano y relacional de los chicos”, cuenta Zanger.

Cuando habla de Daniel Ricart, Alejo se refiere al presidente y fundador de los colegios Norbridge (tiene tres sedes, la de Capital, una en Pilar y otra en Mendoza). Ricart es el creador del “creativismo cognitivo”, una metodología de enseñanza que pone el foco en cada alumno y se nutre de diversas teorías de la mente que se desarrollaron durante las últimas dos décadas, como las neurociencias, las inteligencias múltiples (de Howard Gardner), el método de casos o la inteligencia emocional.

Consultado por Clarín, Ricart explica que Norbridge no es necesariamente una “escuela para chicos genios”, pero sí es un colegio cuyo enfoque tiene en cuenta a los chicos con altas capacidades. Y que toma todas las herramientas que hoy están a disposición para que puedan potenciar este don.

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